Por Diego Riquelme T. @nitanbikepacking
Este relato tratará de todo un poco. De las objetividades de una ruta, a las subjetividades de quien la transita. Cambiará de lenguaje frecuentemente, e intentará ser lo más ameno posible para Ud., señor lector, al cual agradezco desde ya el tiempo que invierte para leer esto.
Respecto a las “objetividades”, la ruta que se describe está ubicada en la Carretera Austral, en la Región de Aysén, y va desde el sector del Valle Leones hasta la ciudad de Cochrane, cruzando el Parque Patagonia por el sector del río El Furioso. Este trayecto fue realizado en otoño último, con una duración de 5 o 6 días.
Valle y Glaciar Leones
Entonces, mágicamente aparecí en el Valle Los Leones, el cual está ubicado a unos 50 kilómetros al sur Puerto Río Tranquilo, al cual se accede en la bifurcación de la Ruta 7 con el camino X-732. Este valle de una extensión de 23 kilómetros (al ojo) se corona con puntiagudos cerros y hermosos glaciares, el cual es ideal para transitar en bicicleta y terminar con una caminata. El lugar ofrece una millonada de panoramas y lugares por conocer, todos de gran belleza para quienes disponen de tiempo y que lo desean invertir bien.
Acampé en el @camping.los.coigues, el que está a medio camino (entre la bifurcación y el glaciar), en el cual me recibieron muy bien, invitandome a comer las cosas más ricas que probé en el viaje, además de conversar largamente con la familia, conociendo la historia y particularidades que presenta el sector. Su ubicación es muy buena para hacer escala y dejar la carga para continuar al glaciar y luego volver.
El camino es mayormente plano con terrenos variados, como piedra, arena, pasto, etc. Fui con unos neumáticos WTB Nano sg2, y sólo los nombro porque en realidad se portaron geniales en todo el viaje. Un deleite de camino para los que nos gusta esta cosa.
Pese a que el lugar se ve increíble, éste se encuentra seriamente degradado a raíz de la quema de bosque realizada en 1939 (o 1944, como me señaló la gente local), su posterior colonización y uso del suelo para la ganadería y monocultivos. Hay que pensar que esta Región es de los últimos lugares que colonizamos los chilenos, aún con posterioridad a la Región de Magallanes.
Previamente, este lugar estaba cubierto por bosque nativo, las piedras erráticas no se encontraban ahí, si no que sosteniendo un glaciar, y no existían frutos silvestres introducidos por la ganadería, así como la pérdida de suelo no era tan evidente en sus cerros. ¡Ni hablar de la pérdida de vida animal!
Por lo que he averiguado, hace más de quince años se hacen esfuerzos privados por mantener y regenerar el ecosistema, y dicha preocupación se puede ver. Es probable que nunca haya visitado un lugar con tanta inversión, al menos para vigilancia y visible regeneración. De ahí la importancia de que el turismo sea sustentable y no explotar los lugares, como puede ser el caso de Torres del Paine u otros similares, ya que cada vez que visitamos un lugar, aportamos un granito de arena en su degradación.
El sendero se hizo cada vez es más estrecho y dificultoso, por lo que llegar al glaciar en bicicleta no me fue posible. Se podría llegar en bicicleta hasta él, pero con un imperativo trabajo en equipo para así sortear un sector de grandes desniveles de roca. Pero bueno, tampoco es que uno le haga asco a caminar. Dejé la bici botada y seguí.
Me quedé toda la tarde en el glaciar, divirtiéndome como un niño, pasándome alguna película, conversando con el glaciar, adquiriendo perspectiva, la cual es siempre necesaria. Una elegante belleza para admirar, encantarse y recompensar al esfuerzo.
En caso de volver a transitar la ruta 7, sin duda volveré a este lugar. Se me hizo de noche y el cansancio acumulado del viaje ya se empezaba sentir, pero nada importaba luego de tamaña experiencia. En @camping.los.coigues me recibieron muy bien devuelta. Luego partí a Puerto Guadal.
Puerto Guadal
En Puerto Guadal me aprovisioné para lo que sería el sector El Furioso y el Valle Chacabuco. Seguí entonces hasta el río El Maitén, a unos 20 Kilómetros al oriente de Puerto Guadal y acampé cerca de allí para al día siguiente tomar de lleno el desvío hacia el Parque.
Ya me estaba cansando de conversar con cosas inanimadas, porque siempre dicen cosas similares. El gato, a diferencia, me presentaba puntos de vista inesperados e intenciones distintas. Como yo también soy un gato, nos entendimos bastante bien.
Parque Patagonia
No me quedé mucho tiempo en el Valle Leones por una razón específica, que es destinarle mayor tiempo al cruce de El Furioso, el que me llevaría por las montañas a la cuenca hidrográfica del río Chacabuco. A este lugar, en buen chileno, le ponía todas las fichas.
Curiosamente, me fue muy difícil obtener información previa de esta zona , y básicamente ninguna foto, por lo que no tenía mucha idea de que es lo que me esperaba, pero estaba expectante y apostaba a que fuera extraordinario. Agradezco a Pablo Cepeda, que en un grupo via Facebook, me confirmó la existencia de este camino, lo que venía a ratificar las huellas que se pueden ver desde Google Earth. Este trayecto, desde Puerto Guadal hasta Cochrane, estimo que se puede realizar de 3 a 5 días, dependiendo del peso y el entrenamiento previo. Creo que me demoré 3 o 4 días desde el río El Maitén, a un ritmo de sedentario ex fumador en vacaciones.
Mi planificación en comida para este tramo no fue muy prolija que digamos, por no ocupar otros calificativos que de alguna forma puedan resultar ofensivos para el lector. Estaba consciente de dicha deficiencia, por lo que me detuve a pedir comida a una casa, ¡y por suerte estaba habitada! Así conocí a doña Augusta y su marido, quien se identificó como don “sin nombre”. Al sin nombre eventualmente lo conocí mejor, pero aquí respetaré su despierta jovialidad. Ante mi descarada solicitud, doña Augusta, con cierto orgullo, me dijo que en esta casa no se le niega el plato de comida a nadie, y me invitaron a pasar y tomar once. Conversamos unas horas y me reí mucho, me aprovisioné unos pancitos extras y les agradecí la vida. En retribución, asesoré a doña Augusta en algunos temas que la aquejaban y le despejé algunas dudas.
No mucho más adelante se encuentra la entrada al Parque Patagonia. El guarda parque de Conaf me informa las cuestiones necesarias y protocolares, señalando especialmente que no existe infraestructura para camping aún (piensen que sólo hace unos meses la empresa Explora se adjudicó la licitación para la explotación de ese tipo de servicios), por lo que en el lugar no se puede acampar, debiendo transitar hasta el valle Chacabuco en un día, llevarse la basura, y obviamente no hacer fogatas ni comportarse como un tarado, esencialmente. Por cierto, este sendero no puede ser transitado por vehículos motorizados.
Una buena parte lo tuve que realizar empujando, dado que la bicicleta se enterraba en las piedras o perdía tracción
Desde este punto empieza la aventura mayor, se comienzan a vadear ríos (en realidad se vadea el mismo varias veces), así como también comienza la pendiente pronunciada. Cabe hacer notar que una vez ingresado al Parque, existe mucha más vegetación y ésta se nota más antigua.
El camino se encuentra en buen estado, pero tiene notables accidentes, a los cuales hay que prestar atención para no sufrir uno, en especial en la segunda mitad del trayecto (bajada de 10km para pistear como campeón), donde podría ser fácil matarse si uno va con el ímpetu equivocado. Todo es un poco aleatorio e intempestivo.
En la primera mitad del trayecto hasta el punto más alto, el camino es sólo subida y la pendiente es bastante agotadora, no ayudando en nada el terreno. Una buena parte lo tuve que realizar empujando, dado que la bicicleta se enterraba en las piedras o perdía tracción. Por cierto que las fotos están tomadas en sectores donde se podía disfrutar la vida. Este es un antiguo camino minero.
¡Oh, el Monte San Lorenzo y la cuenca del río Chacabuco! Qué momento. Para mis adentros, era obvio que había llegado al punto más alto y que ahora sólo era cuestión de gravedad e inercia, pero luego sabría que aún no había visto ni sufrido nada. En ese lugar me quedé un buen rato, me di el tiempo de meditar un momento y exploré un poco el sector siguiendo unas huellas dejadas por vacas.
El más completo silencio y una explosión de colores, mientras más subía, mayor perspectiva y amplitud de visión se adquiría. En cierto punto, se podía divisar desde Cerro Castillo hasta el monte San Lorenzo con cierta facilidad. Una maravilla lunar a solo 1400 msnm, donde los colores y minerales se derriten en la roca.
Al llegar al punto más alto, las montañas me dieron la bienvenida y me preguntaron qué estaba haciendo allí. Quedé perplejo, dado que la respuesta era obvia, y las montañas no tienden a preguntar cosas obvias. Luego me di cuenta, que, en realidad, no tenía idea. Como siempre, detrás de las obviedades, se esconden las sin razones. ¿Por qué estoy aquí? La respuesta me la dio el sentir, más que la razón: ¡Para sentirme afortunado! Pero no sólo para eso, ¡para compartir la fortuna!
Siempre tuve la suerte de poder viajar en compañía de mis mejores amigos, y esta vez fue la primera vez en solitario. Frente a mis ojos tenía una maravilla, y, sin embargo, no podía compartir la visión del momento (y de lo que significó llegar hasta ahí) con otro ser humano que haya vivido “exactamente” lo mismo en este espacio-tiempo. Pongo las comillas porque nadie vive igual que otro. Entonces, las montañas hicieron acto de humildad para recordarme que las personas (y los gatos), son el verdadero tesoro.
Compartí con pocas personas en este viaje, pero recuerdo a todas y cada una, sus historias de sacrificios, esfuerzos y progresos, de la vida en el alcohol y en el trabajo físico, historias de abuso e infancias rurales, de la fragilidad de la vida y en fin, la experiencia humana que me han compartido. Todo eso es probable que recuerde de mejor forma que a las montañas, que sin fotos para refrescar la memoria, se disuelven en la irrelevancia: es el contacto humano lo que nos enriquece.
Quizás este relato es una forma de compartir esa fortuna, esa experiencia emocional, dado que no lo pude hacer en el momento. Seguro que muchas personas sienten algo similar al escribir sus historias.
En fin, se me estaba haciendo tarde y bajé el cerro pisteando como un campeón hasta donde encontrara agua, y terminé en el río El Furioso, para luego continuar de lleno en el Valle Chacabuco.
¡Despierta! Me dijeron los caballos… Tenía ganar de conversar, así que me quedé hablándoles. No todos los días se tiene tanta compañía.
¡Despierta! me dijeron los caballos. Me llegué a asustar. Me venían siguiendo de hace rato y no me había dado cuenta. Cuando los ojos no ven, es porque se volcaron a los pensamientos.
En el puesto de Conaf no había nadie para preguntarle por donde continuar, por lo que simplemente seguí una huella. No estaba muy seguro que ese fuera el camino correcto dentro de mi «Google Earth mental», por lo que avanzaba pensando mucho. Los caballos me detuvieron y me tranquilizaron, a fin de cuentas, si me mantengo al costado del río Chacabuco en último término apareceré en el puente de la Carretera Austral que lo cruza. El camino principal del parque, por donde transitan autos, se encontraba al otro lado del río, pero por suerte me dió pereza vadearlo y continué por su rivera norte. Tenía comida (de base) para dos días más, por lo que no andaba precisamente apurado, aunque de comida para quemar rápido ya estaba bastante escaso.
Tenía ganar de conversar, así que me quedé hablándoles. No todos los días se tiene tanta compañía.
No cruzar el río fue la mejor decisión que tomé. El camino era extraordinariamente entretenido y muy variado. Se componía de pequeños senderos, huellas, arena de río, pequeñas lomas para adquirir perspectiva, algunos banderines del parque, etcétera. No era muy difícil de seguir, pero siempre requería cierto tipo de atención, por lo que me mantenía concentrado.
La pereza trae recompensa, y en este caso me regaló este puente, evitando tener que vadear el río. Fue toda una sorpresa y no tenía idea que existía, por lo que me sentí como Alberto de Agostini, o cual pionero descubriendo el lugar. Continué el sendero hasta que se me hizo de noche, llegando al final de éste y donde se une con el camino principal. El mapa que adjunté es especialmente erróneo en este trayecto, ya que corresponde a la ruta planificada y no a la efectivamente realizada.
Luego de salir del Parque, tomé la Ruta 7 en dirección a Cochrane. Fue bastante extraño volver a socializar, exteriorizar más que interiorizar mucha cosa, pero lo necesitaba. Volví al viejo camping San Lorenzo, donde alguna vez amé la vida, para volver a amarla nuevamente, y por sobre todo, para descansar (y comer como degenerado).
Espero que haya disfrutado este relato fotográfico, señor lector. Para mí fue un agrado poder compartir esto con usted, quizás comparta nuevas cosas en el futuro, si es que tengo algo que decir. Que tenga un buen viaje.
Agradezco a todos quienes me regalaron su compañía y visión en este viaje, a la gente del taller OMB por mantener siempre mi bicicleta en buen estado, y por supuesto que la gente de @choikebags por su buena onda y excelente manufactura.
Esta entrada tiene 4 comentarios
Me agradó tu relato, me fui cada vez mas compenetrándome con las sensaciones que sentiste ,ya sea con las maravillas de paisajes , las sensaciones de un mundo de silencio ,de gente atenta ,y de los sustos de enfrentar una geografía desconocida ,que en conjunto cada pensamiento , cada emoción tuya la pude palpar perfectamente en todo lo que viviste y es más hacerme pensar que yo también conocí esos señores amables ,y ayudada por las fotos también vi esos colores preciosos que da la naturaleza. Fue toda una aventura.
Great post – I enjoyed your narrative and photos. We just made exactly the same route from Tranquilo to Cochrane, it’s fantastic!
An excellent adventure, brilliant photos and humorous write up. Thank you for taking the time to share your travels with us
Buenísima! A un par de días de hacerlo me viene como anillo al dedo. Voy!