884 kms recorridos 15 días pedaleados
Hacía meses que quería pedalear desde Santiago hacia el norte: no tenía una meta específica, pero sí o sí quería hacerlo por la ruta de montaña que parte de la ciudad de Los Andes y sin bajar a la costa por la carretera panamericana.
En aquel entonces vivía en Temuco, así que puse la bici en el porta-equipaje de un bus y partí con mi negrita rumbo a Santiago. Desde la capital inicié mi travesía en bicicleta tomando la ruta Los Libertadores hacia el norte, hasta la ciudad de Los Andes (100 kms), donde me esperaba mi amigo: Cristian Guerra de la Casa del Ciclista y maestro cervecero de Cerveza Magrela. Muy buena onda Cristian, me recibió por cerca de 5 días y aproveché ese tiempo para terminar de preparar los bolsos, ajustar a la negra y decidir, con mapa en mano, la ruta definitiva.
Día 1, 10 de agosto del 2018, 76 km recorridos
Así es como partí mi primer día rumbo al norte por la autopista hasta San Felipe para desviarme luego hacia Putaendo. Ahí en la plaza del pueblo pare a refrescarme y comer algo de fruta, justo en ese instante llegaron dos ciclistas (Gabo y Carlos), me llamo la atención que todos íbamos con los bolsos Choike así que me acerque para saber de dónde eran y hacia donde se dirigían. Para nuestra sorpresa, compartíamos el mismo objetivo: Vicuña- Valle del Elqui. Desde ahí partimos juntos pedaleando.
Rumbo a Cabildo, a los 10 kms después se nos vendría la primera cuesta de unos 8 kms aprox, al comenzar a subir, a Gabo se le trabaron algunos cambios, así que paramos para que pudiera repararlo y seguir. El arreglo duró toda la subida y al momento de ir bajando la cuesta la pata se desarmó completamente y tuvimos que parar para recolectar las piezas que saltaron por todos lados. En ese momento decidimos salir del camino y pasar la noche bajo unos árboles, teníamos cerca un pozón de agua que sacamos con unos filtros de carbono para beberla.
Dia 2, 11 de agosto, 50 km.
Al día siguiente partimos a Cabildo y al llegar nos pusimos a recorrer el pueblo porque Gabo tenía que comprar una nueva pata de cambio, ya que la que tenía se le habían rodado unos pernos y hace 31 kilómetros que venía en single speed, modo-máquina. La única tienda con repuestos de bici estaba cerrada por la hora de almuerzo así que decidimos almorzar para hacer hora. En una picada nos comimos un pollo asado con papas fritas y aprovechamos de cargar nuestros teléfonos y baterías. Luego de haber conseguido la misma pata de cambio, había que colocar los eslabones que se habían sacado de la cadena y ajustar todo para seguir dándole a la ruta.
Saliendo de Cabildo a eso de las 7 de la tarde, luego de haber subido una cuesta nos encontramos con el primer túnel que da inicio a la ruta apodada: donde el diablo perdió el poncho. Esperamos el verde del semáforo del primer túnel escoltados por un auto y su chófer buena onda (túnel de una pista). Ya al otro lado comenzaba la bajada que hicimos de noche con mucho frío. Pronto se venía la bruma y no tendríamos tanta visibilidad, así que acampamos a la orilla de la carretera.
Dia 3, 12 de agosto, 43 km, 1165 m de altitud
A la mañana siguiente, despertamos al lado de unos parronales y en medio de unos cactus. Cerca teníamos agua de una canal de regadío también. Desayunamos y partimos. Nos tocaba la cuesta Las Palmas con su túnel de piedra y luego de éste comenzaba la gravilla (ahora todo está pavimentado). Comenzábamos a recorrer el valle de Tilama. En el pueblo paramos para abastecernos y pasado unos pocos kms nos detuvimos a comer bajo un puente para capear el calor y también aprovechar el pequeño riachuelo que pasaba por ahí para darnos un chapuzón.
Después de refrescarnos nos tocaba la Cuesta El Naranjo. En la bajada pinché y aguanté con el aire que iba quedando hasta unos kilómetros más abajo donde decidimos acampar. ¡Ya estábamos cerca de Caimanes!
Dia 4, 13 de agosto, 64 km, 1070 m de altitud
Partimos rumbo a Caimanes y este día se nos venía la cuesta Las Astas de 8 kms con sus 3 túneles: el recto, el curvo y el tunel las astas. Luego pasamos por los poblados El Socavón y Limahuida y al conectar con la ruta que nos llevaría a Illapel nos encontramos con la cuesta Los Cristales que nos tocó con mucho tránsito de vehículos. Nos reunimos con los chicos en el puente de la entrada de Illapel donde decidimos parar a comer para recuperar energías. Ese día nos dimos el banquete de la vida, desde cazuela hasta pollo asado con papas fritas. Ya con la panza llena y el corazón contento nos fuimos de Illapel a buscar un lugar para pasar la noche, ya que el objetivo no era quedarse en la ciudad, así que avanzamos unos 20 kms y encontramos un lugar para quedarnos a un par de metros de la carretera al lado de un aromo grandote. Nos quedaban pocos kilómetros para llegar a la reserva nacional Las Chinchillas.
Día 5, 14 de agosto, 71 km, 1454 m de altitud
Despertamos temprano como ya era costumbre cerca de las 8 de la mañana con un buen desayuno para volver a pedalear. La meta de ese día era llegar a Combarbalá. Nos tocó la cuesta Las Chinchillas pavimentada y solitaria que pisteamos como a 65 km por hora. Se podía ver toda la carretera desde arriba mientras bajábamos, así que era muy seguro. Antes de llegar a Los Pozos nos tomamos un pequeño descanso y en un quiosco a la orilla del camino compramos pan amasado y queso de cabra: delicioso. Seguimos bajando hasta el cruce de Los Pozos, y pasados 11 km comenzamos la cuesta La Viuda: otra exigente cuesta de 13 kilómetros de longitud que, sumada al calor y nuestro cansancio del día, sabíamos que requeriría de mucha cabeza… pero se debía lograr, ya que nuestra meta era Combarbalá. Llegamos con un atardecer increíble, pasamos al pueblo a comprar unas cosas para comer y nos fuimos a armar las carpas a la salida de Combarbalá, donde encontramos un lugar muy tranquilo y protegido del viento gracias a las pircas (cercos de piedra).
Día 6, 15 de agosto, 50 km, 576 m de altitud
Desayuné unos tallarines con salsa y un café, acompañados de los primeros rayos del sol armamos nuestros bolsos y nos fuimos al pueblo para conocer un poco, ya que Combarbalá es un pueblito algo turístico y de aquí se extrae la piedra combarbalita.
Cuando ya nos íbamos, a Carlos se le ocurrió preguntar en la compañía de bomberos del pueblo si nos podíamos pegar una duchita, ya que la tierra y el calor lógicamente nos pasaban la cuenta. Le dijeron que si, así que entramos con nuestras bicis al cuartel y nos fuimos a las duchas, ¡Que hueá más buena! Después de ese momento refrescante, no pusimos a pedalear y a los 10 minutos ya estábamos secos. El calor era terrible en esa parte de la ruta, pero lo que nos motivaba era que más adelante tendríamos varios embalses para refrescarnos.
Pasado el mediodía estábamos en el embalse Cogotí, que se veía desde la bajada de la última cuesta, en donde paramos a darnos un chapuzón, y capear el calor acumulado bajo las sombras de unos árboles que había en el lugar. Seguimos adelante, luego de unas horas llegamos a un pequeño pueblo llamado Chañaral Alto, ahí decidimos quedarnos porque ya caía la noche.
Día 7, 16 de agosto, 80 km, 850 m de altitud
Al día siguiente amanecimos con una neblina muy espesa. Desayunamos, armamos nuestras bicis y pedaleamos hacia la carretera. A medida que íbamos avanzando por la ruta la neblina se fue disipando. Llegamos a Monte Patria donde paramos un rato a descansar bajo unos árboles, comimos unas naranjas y usamos el baño público de la municipalidad. Saliendo del pueblo se encuentra el embalse La Paloma donde paramos a tomar un par de fotos porque éste es enorme y llama mucho la atención, ya que uno lo va orillando todo el rato.
Seguimos en ruta hasta Ovalle en donde paramos almorzar en una picada con las bicis adentro y rancheras de fondo. Pedimos unas chelitas, unas cazuelas y papas fritas. El lugar era un poco excéntrico y lleno de personajes, uno de los comerciantes hasta nos dejó un «regalito» para volar más tarde. Ya era de noche cuando salimos de la ciudad y como no era una opción quedarse ahí, seguimos tomando ruta hacia la cordillera por el valle del Río Hurtado. Luego de un buen rato de repechos y subidas más largas, llegamos al embalse Recoleta donde tiramos nuestras carpas en un camino a la orilla: tan a la orilla que prácticamente solo entraban nuestras carpas ahí. Nos apoderamos de ese lugar por aquella noche. Nos preparamos algo para comer y beber, y luego de su buena conversación con los chicos nos quedamos raja. Esa noche recuerdo que fue cuando los cabros me comentaron algo de salirse del camino que nos llevaría a Rio Hurtado tomando hacia Andacollo, y yo me sumé feliz.
«…era una de esas rutas que realmente te hacen sentir vivo, y eso hacía que este viaje estuviera pagado por completo»
Día 8, 17 de agosto, 50 km, 1360 m de altitud
Despertamos por la mañana a orillas del embalse: era un espejo, todo tranquilo, no como lo que se nos vendría ese día. Nos alistamos y nos pusimos en marcha hacia Andacollo. Esta ruta fue más dura, mucho calor, nada de sombra, mucha tierra y piedras. También muchos camiones porque estaban trabajando, dinamitando algunas partes para ensanchar el angosto camino a orillas de un risco. Algunos trabajadores que nos veían subiendo nos daban aliento para seguir adelante. Si bien el camino era duro, a la vez iba ofreciendo unas vistas espectaculares… era una de esas rutas que realmente te hacen sentir vivo, y eso hacía que este viaje estuviera pagado por completo. El camino exigía, pero con los días pedaleados antes, ya estábamos entrenados para una ruta como ésta.
Llegamos a Andacollo a eso de las 6 de la tarde, y aún con mucho calor con los chicos comenzamos la tarea de buscar algún lugar para quedarnos. Ya en el centro, mientras nos abastecíamos fuimos preguntando en algunos negocios y entre dato y dato, terminamos acampando a orillas de una piscina (vacía porque era invierno) con toboganes, mucho pasto, palmeras y totalmente gratis porque todo esto era municipal. Definitivamente estaba valiendo la pena este desvió para subir a Andacollo, así que cabros: ¡muchas gracias por tremenda hazaña!
Día 9, 18 de agosto, 72 km, 1300 m de altitud
Al día siguiente todo lo que habíamos subido el día anterior, ahora nos tocaba bajarlo: 27 kms de casi solo bajada, con las nubes de la mañana ayudando. Había que tener cuidado porque la ruta tenía mucho ripio. Ya después de un rato estábamos de vuelta en la ruta D-595 hacia Río Hurtado, aquí comenzamos nuevamente a subir. Pasamos por Samo, San Pedro, Pichasca, Fundina, El Puerto, entre otros. Ya estaba oscureciendo y no alcanzábamos a llegar a Rio Hurtado, así que decidimos buscar un lugar a orillas del rio para acampar. En el sector Vado de Morrillos le preguntamos a un lugareño que nos dio algunas indicaciones, así que las seguimos y llegamos a un lugar plano como a 5 metros del río perfecto para pasar esa noche. Mientras montábamos nuestro campamento llegó el mismo señor que nos había dado las indicaciones antes y comenzamos a conversar, nos contó a los que se dedicaba y nos dijo que hacía miel, así que nos regaló un frasco de su miel del Valle del Río Hurtado. También nos agradeció por estar recorriendo sus tierras y la verdad es que el viejo era un encanto. Todos los días nos pasaba algo bueno, eso es lo maravilloso de viajar en bicicleta.
Día 10, 19 de agosto, 50 km, 1261 m de altitud
Los amaneceres eran bastante fríos, pero cuando el sol se asomaba todo comenzaba a cambiar de inmediato, al rato se empezaba a sentir el aumento de la temperatura. Ya partía nuestra mañana, el agua hirviendo para el café, su buen baño en el río con el agua heladísima, campamento desarmado, bolsos en las bicis y de vuelta al pedaleo. Teníamos que llegar a Río Hurtado para abastecernos y tomar rumbo a Vicuña. Ya listos y reabastecidos salimos rumbo a Vicuña. Ahora nos tocaba otra subida de aquellas… el calor en ese momento era brutal pero como ya estábamos acostumbrados, la clave era bastante bloqueador y mucha agua para no morir en el intento. Recuerdo que esta parte del camino era de gravilla y con muchas curvas, y como ya había leído antes, todos decían que era una ruta muy exigente, así que había que estar preparado. Al rato de seguir empecé a notar el cansancio en las piernas, la cabeza también comenzaba a hacer lo suyo.
Salimos victoriosos del jueguito de la mente y llegamos al portezuelo de la cuesta “3 cruces” a 2000 msnm tras 18 kms de pura subida. Ahí todo mi cansancio se fue a la chucha, hasta me salieron un par de lágrimas, así que felices por el tremendo logro, nos preparamos para bajar unos 20 kms aprox. hasta Vicuña. El paisaje de las montañas y el cielo era increíble, tremenda ruta es la Antakari, recomendada para todas las personas, en bici, auto, moto, caminando, o como les parezca.
En 3 horas y un poco más estaba entrando por el puente a Vicuña, primera vez ahí así que directo a la plaza, lugar de encuentro que habíamos acordado antes con los chicos. Más tarde salimos de vicuña buscando camping y por una aplicación del teléfono, llegamos a uno que estaba a 4 kms (camping El Arenal). Resultó que estaba cerrado, pero le dijimos al dueño que nos daba lo mismo como estuviera, que solo queríamos un lugar para acampar seguro y con baño, así que nos dijo que si y ahí nos quedamos. En la noche compartimos algo, felices por el tremendo día que habíamos tenido, y porque esta seria la ultima noche de los tres, ya que al día siguiente Carlos y Gabriel bajaron a La Serena.
«Todos los días nos pasaba algo bueno, eso es lo maravilloso de viajar en bicicleta.»
Día 11, 20 de agosto, 0 kms.
Comienzó la mañana con un desayuno y a despedirse: habían sido varios días de pedaleo juntos a estos compañeros de ruta, completamente agradecido de todos los kilómetros compartidos con ellos. Luego de que se fueron, descansé todo el día y la noche, tenia cansancio acumulado de varios días en los que ninguno había parado.
Día 12, 21 de agosto, 12 km
Al día siguiente tuve tiempo para planear el resto de la ruta y por la noche hice un tour al observatorio “Mamalluca” que está como a 9 km del centro, así que desde el camping pedaleé y antes de subir a la van le dejé mi bici encargada a un guardia de la municipalidad.
Día 13, 22 de agosto, 50 kms, 1433 de altitud.
Amanecía, ya hacían 2 días que se fueron los chicos. Coloqué los bolsos en la bici y me preparé para seguir subiendo por el valle. Revisando el mapa me llamó la atención Alcohuaz “La Ruta de las Estrellas”, así que con la negra partimos para allá. Pasé por Paihuano, Pisco Elqui y Horcón, pequeños pueblos muy turísticos, tranquilos y con mucha vida. El camino era pavimentado, pero con mucha subida. Pasado Horcón comenzaba la gravilla y también se acababa la señal de teléfono. Recuerdo que fueron unas subidas muy paradas, montañas gigantescas por ambos costados y un valle pequeño. Luego de una hora estaba pasando por Alcohuaz y recuero que paré a preguntar varias veces por algún camping o lugar para acampar y nadie sabía dónde podía quedarme. Seguí avanzando hasta que se terminó el pueblo, no encontraba nada. Pasado unos kms. a orilla de camino había un espacio donde podía colocar mi carpa y descansar, se iba el sol y el frio ya comenzaba a notarse.
Al rato ya tenía todo armado, me preparé algo de comer y a observar el cielo, era increíble ver tantas estrellas, el silencio del lugar era ensordecedor. A media noche desperté con un poco de fiebre, hace varios días que tenia un poco de malestar, y no le quise hacer caso. Esa noche tuve mucha fiebre, sentía mucho frío y el cuerpo muy caliente. Sentía que estaba flotando en el espacio, no tenía antibióticos ni nada en ese momento.
Día 14, 23 de agosto, 116 km
Desperté al día siguiente como un zombie, había pasado una pésima noche, tenía que bajar a algún hospital para el pinchazo milagroso y seguir el viaje. Pasé por dos hospitales y en ninguno podían atenderme pronto, había mucha gente esperando antes que yo. Pasé por Vicuña y lo mismo, así que me armé de valor y bajé pedaleando a La Serena como 63 km más. Llegué como pude directo al terminal con un dolor de cuerpo terrible y mucha fiebre, compré mi pasaje y me devolví a Santiago. Amigdalitis.
Así terminé esta excelente ruta, agradecido de todos los lugares bellos que conocí y de la buena gente que se me cruzó en el camino. Recomendado para todo ciclista, se puede hacer en 10 días tranquilamente desde Santiago hasta Valle del Elqui y en cualquier época del año. En nuestro caso la hicimos en invierno y más que cumplir con una cantidad de km diarios, disfrutamos del paisaje y conocimos gente buena onda en cada lugar que recorrimos. ¡¡Aguante la cleta!!
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Muchas gracias por tu relato, me motivaste para enfrentar ese desafío y aprovechar de pasar a ver a mis suegros en Ovalle y a unos entrañables amigos en Pisco Elqui.
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